Reconocer lo original y dar valor a lo que sucede, desde la profundidad de lo escondido en las cosas, es lo que nos regresa a lo inteligente. Esa inteligencia que hace posible el equilibrio del sol y los planetas, la tierra, el cosmos y sus galaxias, el calor de nuestro cuerpo. Esa inteligencia que obtiene el fruto sin esperarlo, sin poseerlo, como el oxígeno en el aire. Esa es la inteligencia de la que estamos hechos.